Desafortunadamente se da por sabido que en la actualidad los saltos generacionales son cada vez más cortos. Si hace no tanto tiempo una generación podía separarse de otra por un par de décadas, en la actualidad podemos hablar de diferentes generaciones casi cada cinco años.
Esto, que parece que no tiene que ver con el ahorro, realmente si lo tiene. Si analizamos los modelos de gestión de las economías domésticas, verdadero núcleo de las finanzas personales, comprobamos que los cambios en tan sólo 40 años son radicales. Y uno de ellos tiene que ver de manera específica con la pérdida del hábito del ahorro.
En la actualidad, se considera que prácticamente el 60% de los españoles ahorran poco o nada. Esto tiene dos lecturas. La lectura inmediata es que con bastante probabilidad quienes ahorran poco o nada a la vez realizan gastos por encima de lo necesario y recurren e instrumentos de financiación, con lo cual hablamos de situaciones más complejas.
Pero, la lectura a largo plazo, es todavía más preocupante.
¿Es el ahorro la base de la calidad de vida futura?
Durante las dos últimas décadas se ha venido repitiendo como un mantra, fundamentalmente desde el sector financiero, que el ahorro a largo plazo era necesario como instrumento complementario. Es decir, se consideraba que el ahorro era una herramienta para complementar las futuras pensiones de jubilación, y como tal se concebía como algo lateral, importante pero que podía graduarse, e incluso, sacrificar en favor del consumo.
En plena fiesta de las hipotecas baratas y los préstamos al consumo, el mensaje caló hondo entre la mayoría de usuarios que, como máximo, acudían a los planes de pensiones, casi siempre de manera lateral, o recurrían al consabido ladrillo a largo plazo. La crisis de 2008 desmontó ambas opciones de manera bastante dramática. Y no situó en un plano cambiante en el que, todos los especialistas, coinciden que en un plazo medio no superior a 20 o 30 años, el modelo público de pensiones no va a ser ni de lejos el que conocemos en la actualidad.
No se trata de ser catastrofista, pero si realista. Esto nos plantea un escenario en el que el ahorro ya no es un instrumento complementario. De hecho, nunca lo debería haber sido. El concepto de utilizar una parte de las ganancias que se obtienen a lo largo de la vida profesional para garantizar bienes y patrimonios, y calidad de vida futura es algo inherente no ya al actual sistema capitalista, sino al ser humano. Vivir en el momento de mayor consumismo de la historia no ayuda, pero, desde luego, el enfoque del ahorro temprano es básico.
Tan básico como que cada vez se ven más claros los esfuerzos para comenzar a enseñar finanzas personales desde temprana edad, gestión y control de gasto, e implantar hábitos de ahorro. El ahorro no va a ser una herramienta complementaria, va a ser, probablemente como mínimo una herramienta en igualdad a la que podamos obtener de los sistemas públicos. La importancia, por tanto, es vital cuando se habla de una jubilación en la que, afortunadamente, cada vez tenemos mayor expectativa de vida.