Cuando nos referimos a las dudas sobre la contratación de planes de pensiones, realmente cuando hablamos de ahorro a futuro para la jubilación, justificamos en buena medida ese modelo de ahorro en el hecho de no perder poder adquisitivo en el futuro; medimos dentro de esto por supuesto el nivel de consumo, sin embargo, ¿realmente a través del consumo obtenemos la felicidad?
Nunca en la historia de la humanidad ha sido más sencillo adquirir productos, en definitiva consumir. Vivimos envueltos en el consumo y la invitación al mismo, de hecho, la incorporación de Internet a nuestras vidas ha supuesto facilitar mucho más las tareas de compra, hoy en día simplemente con un clic ya podemos adquirir prácticamente cualquier cosa.
En este contexto de hiper consumismo los investigadores en psicología siguen dando vueltas a cuestiones realmente complejas, como por ejemplo hasta qué punto el consumismo nos hace felices y donde se sitúan los diversos grados en los que esto es real, o se excede, o no llega.
Desde el año 2003 encontramos un punto de inflexión básico en estos estudios, el introducido por Leaf van Boven y Tom Gilovich cuando aportaban las diferencias entre el gasto en las compras de experiencia y el gasto en las compras de materia.
- Las compras de experiencias serían aquellas que va a proporcionar al usuario una experiencia de vida, un evento o una serie de eventos que el usuario vive en primera persona o a través de ellos.
- Las compras de materias son las que permiten adquirir una posesión material, un objeto tangible, algo con presencia y sobre el que afirmar la posesión.
A partir de esta diferenciación, se han ido afinando los estudios y las conclusiones. Sobre el papel la cosa parecía clara, para obtener mayor felicidad con las compras, estas debieran orientarse a las compras de experiencia, no de cosas… sin embargo, en los dos últimos años esto está evolucionando ya que también son una fuerte corriente que apuesta por qué existen productos y cosas que pueden llegar a producir tanta felicidad como las experiencias, y que de hecho, en algunos casos pueden proporcionar impulsos de felicidad más grande cuanta más especialización exista en el producto y en su uso.
Un debate complejo
En cualquiera de los casos, este complejo debate parece dar la razón a quienes afirman en global que consumir proporcionar felicidad, pero, no es una razón absoluta, y, ni siquiera, se puede aún determinar si se trata de una felicidad parcial, es decir, que ocupa un hueco correspondiente dentro de la distribución de estímulos que producen felicidad, o si se trata de un barniz capaz de recurrir todos y cada uno de los aspectos de la vida de las personas.
Desde un punto de vista más práctico, más a pie de calle, es evidente que consumir más no nos hace más felices, pero, consumir mejor nos ayuda a vivir mejor.
En este sentido las compras deben ser parte de un proceso de reflexión sobre lo que queremos; algo complicado, difícil de realizar y para lo que muy pocos parecen tener tiempo. Si lo que necesitamos es comparar experiencias será donde debiéramos apostar, si lo que nos aporta es comprar comodidad esta deberá ser una prioridad, etc…
Como dicen algunos, el dinero no da la felicidad pero calma la ansiedad.