Puede parecer un título muy agresivo, de hecho, lo es, pero es producto de una reflexión que lleva acompañando a gran parte de los analistas de productos financieros fundamentalmente en los dos últimos años.
Obviamente, cada ahorrador es absolutamente libre de hacer con su dinero lo que desee. Y los planes de pensiones continúan siendo una herramienta que se puede considerar “útil” tanto en determinados entornos como la búsqueda de desgravación, como utilizados como herramienta complementaria para el ahorro a largo plazo. Sin embargo, cada vez en mayor medida, encontramos rechazo hacia este producto. Tratemos de entender los motivos de este rechazo:
La rentabilidad
Aún no podemos hablar de los datos de 2021, y los datos de 2020, obviamente, debe considerarse como un momento excepcional en el que, nada es real y todo resulta atravesado por la crisis sanitaria y social del coronavirus.
Si nos remitimos a datos de años anteriores, podemos observar fenómenos curiosos que, tal vez, la gran mayoría de suscriptores de planes de pensiones no han tenido en cuenta.
El primero de ellos es que, si miramos comparado el rendimiento medio desde el comienzo de la pasada década hasta los compases previos al estallido de la crisis sanitaria, descubríamos como la media de rentabilidad de los mejores planes de pensiones en ese periodo de tiempo quedaba muy por debajo de otras opciones de ahorro o inversión.
Por ejemplo, en 2018 se calculaba que la rentabilidad media obtenida en los planes de pensiones con 15 años de antigüedad puede ronda en torno al 3% anual (en los mejores casos) mientras que, en el mismo periodo de tiempo, por ejemplo, la revalorización del IBEX 35 se situaba, medida en los mismos parámetros en torno al 8%.
Pero hay más, prácticamente ningún plan de pensiones bate la rentabilidad del IBEX. Y, los que lo hacen, son planes de pensiones fuera de los grandes entornos comercializadores. De hecho, deberíamos retroceder casi están quinto o sexto puesto para empezar a encontrar planes de pensiones de rentabilidades medias elevadas y todos ellos basados en renta variable.
La sobrecomercializacion
Sin quitar de los planes de pensiones de su utilidad fiscal, como ya hemos citado, y también, su posible función de herramienta complementaria en el ahorro, hay que valorar un elemento que ha sido clave en las últimas décadas en nuestro país: un exceso de comercialización de estos productos.
Los planes de pensiones se han comercializado de todas formas, maneras y colores. Los hemos encontrado asociados a hipotecas bonificando el diferencial de las mismas. Los hemos encontrado promocionados como la herramienta fiscal definitiva. En ocasiones los hemos encontrado vinculados a productos de financiación. Todo esto lleva a que, como veíamos en informes relacionados en el año 2018 y 2019, una inmensa mayoría de suscriptores de planes de pensiones no saben el tipo de plan que ha suscrito. Desconocen los términos y, peor aún, no tienen excesivo interés en el producto..
Esto ha generado una cadena de no aportaciones, de dinero inmovilizado a la espera de recuperar valor para ser rescatado, pero sobre todo una imagen cada vez menos atractiva para los planes de pensiones. Es cierto que, habido iniciativas gubernamentales para mejorar su brillo, pero también es cierto que la llegada de nuevos modelos de inversión y ahorro, y sobre todo la socialización del ahorro que supuesto Internet, está modificando la visión global de este producto.
¿Desaparecerán los planes de pensiones? Probablemente no, pero, en pleno año 2021, y con una enorme cantidad de alternativas de ahorro e inversión a largo plazo, se vislumbra un futuro no tan boyante en volumen de activos gestionado y suscriptores como el que han vivido las dos últimas décadas.